domingo, 1 de agosto de 2010

Vivo, en otros tiempos


Rara vez doblo mi ropa limpia. Ahora lo hago calmadamente y por colores: primero lo hago con los colores oscuros y enteros; luego con las camisas, todas de cuadros, así me gustan, le dan simetría a mi cuerpo asimétrico, incomprensible. Luego doblo los pantalones, en tres, justo la misma cantidad de castigados histórico-religioso que he visto de pequeño en las películas. Yo, bajo éste estado, sería el torturado número cuatro, probablemente mi crimen sería el de matar. Las piedras me llenan de polvo las manos y no tengo tanta fuerza como para lograr dañar a un cuerpo, no sé usar las cuerdas y las armas aún no llegan, por lo que elijo un cuchillo como herramienta para ejecutar. Confesando, imito a un villano inteligente, el de mi admiración y digo “En los últimos momentos la gente muestra quién es en realidad”, nadie me entiende, todos me miran extrañados y elijen golpearme como única salida, sigo imitándolo, río a carcajadas como si me hubieran contado un buen chiste y ellos me siguen golpeando, son algo de cinco o seis, no lo sé. Pero sé que así no soy yo. No resisto tanto, ni tengo esa crudeza para hablar y actuar y, por sobre todo, no llevo puesta una camisa de cuadros.

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