sábado, 9 de octubre de 2010

Las 6 (aproximadamente)


Tú haz sentido latir mi corazón rápidamente, en el momento cumbre de nuestra unión. Allí me quedo, quieto, ido y sin dejar de recordar ése último segundo en el que te olvidabas de todo pudor y conciencia, de toda ley física, de todo y de la nada; y me sumergías en un intervalo cargado de emociones y sensaciones, con el Puño temblando y queriendo saltar fuera de mi cuerpo para que lo cogieras con habilidad, como tú, y sólo tú sabes. En ese momento mis palabras son invisibles, hablan mis ojos que logran atrapar a los tuyos, no tienes escapatoria, suspiro una vez más y manifiesto mi sentir con una caricia en tus mejillas exactamente en la parte más suave, y dibujo una curva, y es perfecta, y es tuya. Todavía no recupero mis capacidades, ante cualquier emergencia ya habríamos muerto, juntos, uno abrazando al otro, y anexados como si se tratara de un solo cuerpo, de una sola eternidad, me parece genial. Sigo exteriorizándome de la realidad y tú sigues presente, cómoda y con una sonrisa en los labios. Parece que estuviéramos flotando en medio de un océano en el que alcanzaríamos a ver el horizonte, esa línea cruel y exigente, si volteáramos la cabeza a cualquier parte; no hay nadie: es hermoso, no hay nadie: como ahora, no hay nadie: como queríamos, no hay nadie: como siempre, nadie interrumpe, porque un hecho tan valiente no se debe romper. Entonces confirmamos una vez más que el amor actúa como escudo ante las pausas.

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