viernes, 23 de enero de 2009

Tu respiración es tan impredecible: ese tormento del carbono y el proceso oxigenante de conseguir un espacio en los muros pintados de colores primarios. Tus células lo disfrutan y lanzan chillidos al aire, formando un tetraedo que luce sus núcleos sin escapatoria, sometidos entre las arterias del silencio y los corazones de tu iris.

Tu respiración es tan impredecible que el momento de mis sopechas aún no ha llegado. Es tan impredecible como mi vida en veinte, treinta o cincuenta años, si la muerte aún no cumple con su promesa de llevarme al estrellato (mientras más abajo estamos, mayor es el recordatorio). No se sabe lo que pasará con el cielo si en más de cuarenta años los aviones fueran comercializados en una venta de chatarra o si demuestran que los milagros no son más que magia sin explicaciones. Nadie lo entiende, al igual que yo no entiendo tu horizonte.

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